Desde la llegada de los españoles en 1501, Panamá ha sido un punto focal para los inversionistas internacionales. Una marca agresiva de inversionistas británicos, franceses y holandeses, es decir, piratas, buscó obtener su parte del comercio internacional de Panamá. Y la popularidad en el ámbito internacional del país se consolidó con la construcción del Canal, que vio la llegada de los primeros inversionistas franceses y luego estadounidenses.
A medida que pasaron los años, los abogados y financieros panameños comenzaron a aprovechar el atractivo internacional y la ubicación estratégica del país. En 1925, Panamá creó incentivos para que los financieros navieros registren los buques y sus hipotecas bajo la bandera panameña. Los incentivos atrajeron miles de millones de dólares en envíos al registro de Panamá y aumentaron los vínculos del país con el sistema financiero internacional. De hecho, ahora casi las tres cuartas partes de la flota mercante del mundo navega bajo la bandera panameña.
Luego, en 1927, la Ley de Sociedades Anónimas fue la primera en el mundo en permitir la creación de compañías offshore que podrían ser completamente propiedad de extranjeros. Esto alentó a los inversionistas internacionales a crear compañías panameñas o vehículos de inversión para proteger sus activos de otras jurisdicciones fiscales.
La rápida afluencia de firmas y capital internacionales impulsó el crecimiento de los administradores de fideicomisos locales. Uno de los primeros actores más destacados fue Morgan & Morgan, una firma líder de abogados locales que se ramificó en la gestión de fideicomisos en la década de 1960. «El sistema tributario territorial de Panamá significa que las empresas panameñas solo pagan impuestos sobre los ingresos generados en el país», explica Eduardo Morgan, socio principal de Morgan & Morgan. «Eso lo hizo muy popular entre los consorcios internacionales, que se aprovecharon para formar compañías paraguas para proyectos particulares». Morgan & Morgan creció rápidamente, abriendo oficinas en Londres, Nueva York y Zurich.
Pero el sector financiero de Panamá recibió un golpe durante los últimos años de la dictadura del general Manuel Noriega. EE. UU., que se había sentido cada vez más avergonzado por las tendencias despóticas y criminales de su antiguo aliado (Noriega trabajó con la CIA durante las décadas anteriores), comenzó a implementar sanciones financieras contra Panamá. La crisis culminó con la invasión estadounidense de Panamá en 1989, una guerra breve pero violenta en la que se estima que murieron 4 mil panameños. Aunque el episodio fue doloroso, muchos financieros panameños sacan fuerzas de él ahora. Joseph Salterio, el presidente de la Cámara de Comercio británica y panameña, y el ex director general de HSBC Panamá, cree que la confusión mostró la resistencia del sistema financiero local. “Incluso en los días malos de Noriega el país aún sobrevivió. Con las medidas de los Estados Unidos, el sistema bancario estuvo cerrado durante 72 días, pero logramos hacer frente”.
Se tardó más de una década para que el valor de los activos en el sistema bancario volviera a los niveles anteriores a Noriega. Pero desde entonces, panameños y extranjeros han trabajado para crear un sistema financiero mejorado, que ha resurgido de las cenizas para recuperar su lugar como uno de los principales centros financieros del mundo.